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Abstracción II – César Manrique


  1. Tipo de obra: Pintura en papel
  2. Técnica: Mixta sobre soporte celulósico (papel)
  3. Dimensiones aproximadas: 45 x 65 cm
  4. Tema: Abstracción
  5. Título: Abstracción II
  6. Autor: César Manrique (1919-1992)
  7. Cronología o Año: 1956
  8. Análisis histórico- artístico:

Estilo: pintura abstracta correspondiente a la segunda etapa de la producción de Manrique (1954-1957)

Descripción: Es una pintura contenida dentro de esquemas geométricos en forma de triángulos o elipses, un lenguaje de signos secretos adheridos a una superficie cubierta con una gama muy sobria y austera de color que, en tonalidades grises y negras, inunda el espacio, con ciertas rugosidades que destacan los ocres de las formas geométricas.

Fecha de recepción: En 1957 fue adquirido por el Casino.

Observaciones: Probablemente fuera una de las 24 pinturas que junto a un boceto de mural formaban parte de la muestra individual del artista, celebrada en el Casino de Santa Cruz de Tenerife en 1957. Para la decoración de la nueva terraza de verano previamente el Casino le había encargado un mural. En ese año el Casino compró las cinco pinturas, que también decoraron esa terraza. En apoyo de la voluntad abstracta de este periodo, en las pinturas de estos años ha sustituido los títulos por una numeración cronológicamente correlativa.

Sobre el autor: César Manrique (Arrecife, Lanzarote, 1919 – Tahíche, Lanzarote, 1992), dotado de una gran habilidad para el dibujo, su formación inicial es autodidacta, influyendo en ésta la observación de la actividad artesanal, entonces abundante en Puerto Naos, la obra de Picasso, Matisse y Braque, conocida a través de revistas, el contacto con la familia Millares cuando se traslado a Lanzarote en 1936 y la amistad con el escultor Pancho Lasso a partir de 1939. Tras una exposición individual en 1942 y la participación en la colectiva de artistas da la provincia de Las Palmas de Gran Canaria en el Museo Nacional de Arte Moderno en 1944, obtiene una beca de la Capitanía General de Canarias para continuar estudios en Madrid en la Academia de Bellas Artes de San Fernando bajo Vázquez Díaz y Eduardo de Chicharro, donde permanece entre 1945 y 1950. En esta primera etapa de su producción (1945-1954), el imaginario insular, con el que ya había establecido una identificación plena, se va alejando del naturalismo en busca de la síntesis y esencia de la realidad con un lenguaje plástico con influencia de Picasso en el dibujo y de Matisse en el color. Sustituidas las referencias figurativas por signos secretos, una serie de monotipos expuestos en 1954 en la Galería Clan de Madrid lo encuadra dentro del grupo de artistas con ideas vanguardistas para la renovación del arte español después de la Guerra Civil. Más que el contenido destaca ahora el procedimiento utilizado, con actuación exclusiva de los elementos plásticos, donde en una concepción proeconstructivista la línea traza formas geométricas, tratando al color como el elemento más significativo de la obra. Su estancia en París en 1953, donde lleva a cabo investigaciones de pintura no figurativa. le conduce a una segunda etapa de austeridad (1954 – 1957), donde se produce una ruptura con el color y la materia dentro de esquemas geométricos comienza a convertirse en el principal elemento sustentador de la expresividad del cuadro. Este proceso de investigación de la materia y de las formas desemboca en una etapa de madurez que comienza a partir de 1958 cuando desaparecen los esquemas geométricos y es la materia la que únicamente asume la significación del cuadro que recobra también el color anterior como parte de su naturaleza. Su labor mostrada en exposiciones individuales en la Galería Clan de Madrid alcanza pronto un reconocimiento cristalizado en la 2a Medalla de la I Muestra de Arte Contemporáneo en Cartagena, y en su participación en la XXVIII Bienal de Venecia y en la III Bienal Hispanoamericana de La Habana en 1955. Ese año recibe el encargo de la decoración del Hotel Fénix en Madrid, continuando así con la actividad muralista comenzada en 1950 en el Parador de Turismo de Arrecife y en otras empresas como el Banco Guipuzcoano de Santander (1955), en el Aeropuerto de Barajas o el mural encargado por el Casino de Tenerife en 1957, año en que expone su obra en esa sociedad, muy elogiada por la crítica, que le considera el “abstractista” más decorativo del momento. En 1960 su obra ya había sido mostrada en los principales centros artísticos europeos, continuando con sus exposiciones individuales en Madrid y París y participa de nuevo en la Bienal de Venecia. En 1964 viaja a Nueva York invitado por Nelson Rockefeller, instalándose al año siguiente en esa ciudad con una beca del Instituto Internacional de Educación de Nueva York para el estudio del arte estadounidense. Su contacto con la vida cultural neoyorkina y con las corrientes artísticas americanas,- el expresionismo abstracto, el pop, el arte cinético – fue de gran importancia para todas sus facetas creativas no sólo para la pintura, también para la escultura, los murales o sus intervenciones espaciales. Contratado en exclusiva por la prestigiosa sala Catherine Viviano Gallery, donde expone en tres ocasiones, en sus cuadros emplea con desenfado las técnicas de la action painting (dripping, signos caligráficos, salpicados gestuales) y comienzan a recibir nombres de lugares o características geográficas de Lanzarote como refuerzo de su carácter abstracto, ya que están sometidos a cualquier interpretación. Pese a la frenética actividad cultural que ofrece Nueva York, una necesidad espiritual y la presencia, siempre presente, en su memoria de Lanzarote le obliga a retornar y fijar su residencia definitivamente en la isla. Comienza entonces su labor de intervención en el espacio de su isla, amenazado en ese momento por la avalancha turística. Consciente de la importancia de incorporar Lanzarote en el desarrollo de este sector pero sin la expoliación de su paisaje natural, su principal fuente de riqueza, tuvo la habilidad de incorporar en una misma empresa la producción de elementos para consumo del turismo y la conservación del paisaje, creando una imagen modelo de identificación del hombre con el medio. Por esta labor, que contó con el apoyo incondicional del Cabildo insular, consiguió el Premio Mundial de Ecología y Turismo en Berlín (1978), el Premio Europa Nostra (1980) y la declaración de Lanzarote como Reserva Mundial de la Biosfera por la UNESCO en 1993. Su interés por el urbanismo y la arquitectura, puesto ya de manifiesto en su vinculación con los arquitectos para la decoración de murales, le condujo a rescatar los valores culturales y naturales de la isla y trazar un itinerario que regulara el uso y disfrute del paisaje, dotándolo de espacios para su contemplación, tales como Jameos del Agua, Mirador del Río, Taro de Tahíche, o La Peña en el Hierro, con una perfecta síntesis de la tradición local y de la modernidad en armonía con el entorno. Ese ideario que llamó arte- naturaleza/naturaleza-arte y su lucha contra la degradación del litoral explica su intervención en la Costa Martiánez en 1970, Playa Jardín en 1990 o en el Hotel Salinas y la Vaguada en 1983, sin abandonar nunca su faceta de pintor. A partir de los sesenta el color recupera la intensidad propia de etapas anteriores y a finales de los setenta incorpora referencias figurativas y alegóricas, abiertos siempre sus cuadros a diversas posibilidades expresivas como ocurre también con sus esculturas, ideadas la mayoría para sus intervenciones espaciales. Su arte, que integra todo su potencial creativo, estuvo siempre al servicio de la vida, truncada por un accidente de tráfico en septiembre de 1992.

Bibliografía:

Archivo del Casino de Tenerife. Acta J.D. 6 de junio de 1957.

Valeriano WEYLER: La pequeña historia de un gran casino (El de Santa Cruz de Tenerife). Santa Cruz de Tenerife, 1964.

Agustín GUIMERÁ RAVINA, Alberto DARIAS PRÍNCIPE: El Casino de Tenerife 1840 – 1990, Santa Cruz de Tenerife, 1992.

Fernando RUIZ GORDILLO: César Manrique, Fundación César Manrique, Madrid, 1998 (4a edición)

Lázaro SANTANA: Manrique. Arte de Canarias Edirca, Las Palmas de Gran Canaria, 1991 Lázaro SANTANA: César Manrique. Un arte para la vida. Barcelona 1993